Hoy en día, si se nos estropea el televisor, el «smarthphone» o el frigorífico tenemos claro qué vamos a hacer: comprar otro nuevo. No nos planteamos arreglarlo y esto las compañías lo saben muy bien. ¿Por qué, pese a los avances tecnológicos, los productos de consumo duran cada vez menos?
Y es que todos somos testigos de cómo, año tras año, electrodomésticos y dispositivos evolucionan introduciendo grandes mejoras que implican una mejor funcionalidad. Sin embargo, estas mejoras no siempren alargan la vida del aparato.
Tiene nombre, de sobra, conocido: la obsolescencia programada, o lo que es lo mismo, poner fin a la vida útil de los productos, una estrategia empresarial. Cuando las ventas de un determinado artículo descienden, los fabricantes deciden que les convierne fabricar un producto menos duradero y así los usuarios consumirán más.
Pese a esta estrategia, hay algunos que eligen otras. Prefieren que sus artículos no estén «programados para morir», como es el caso de la marca alemana de electrodomésticos Miele. El director general en España, Ditmar Vierbuchen, explica que la clave de su éxito es la calidad sobre la cantidad. «El triunfo solamente es duradero si se mantiene la calidad de los productos a lo largo del tiempo. Hemos innovado siempre pero, después de testar rigurosamente todas esas innovaciones y comprobar que aportaban valor al producto, hemos mantenido esta línea», declara.
Desde la marca, afirman que todos los aparatos domésticos están testados con una vida útil de hasta veinte años y para demostrarlo organizan concursos para localizar su electrodoméstico con más años de uso en España. Este año se lo ha llevado un valenciano, cuya secadora fue comprada en 1967, y lo han premiado con una nueva.
Entre los siete sevillanos que han participado, Antonio Miguel Domínguez de 63 años es el que tiene el electrodoméstico más antiguo en funcionamiento. Se trata de una lavadora Miele Special Electronic W757 del año 89. «Yo tengo tres hijos. Uno de 35 años, otro de 33 y una lavadora con 28», cuenta con humor.
Antonio, jubilado y vecino de la zona de Nervión, recuerda que la compró porque leyó los informes de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) y «era de las lavadoras mejor valoradas». No se acuerda de las pesetas que le costó «sé que eran más caras de la normal, pero leí que duraban mucho tiempo. Opté por la tranquilidad y, mira, hoy casi treinta años después sigue funcionando».
Asegura que sólo hubo que arreglala una vez y fue hace 15 años. «Llamamos al servicio técnico y le cambiaron la pieza sin problemas», explica. «Lo bueno de esta marca es que están cuando los necesitas. No es el caso de otras. Llamas y, cuando les dices que el electrodoméstico tiene más de diez años, te responden que te compres uno nuevo».
De momento, su Miele «sigue con vida» y espera que dure unos cuantos años más. Preguntado si se compraría uno después de ésta, responde con agudeza que «con la edad que tengo no me va a salir rentable comprarme una lavadora nueva. Seguro que ya no la vería. Si no, tendría que dejársela a mis hijos como herencia».
Reportaje: M. J. Morón
Fuente: sevilla.abc.es